Viaje al pasado antes de convertirte en vegetal

Cómo la innovación está creando la alimentación del futuro

Tengo 142 años. Estoy en mi casa en una aldea perdida en el norte de Huesca y fuera, bajo el sol abrasador de una tarde de febrero solo hace 32 grados. Es una mañana inmejorable para hacer de anfitrión. Han venido a comer viejos amigos pese a que algunos aún no han llegado a la centena. Como suele pasar, no han sido muy detallistas y no han traído vino. Es una costumbre que me encantaba cuando tenía 40 y que me apena que ya no se haga.

Eso sí, ninguno ha olvidado sus cascos holográficos 6D y sus microdosis de Dopaminol, una droga legal que a partir de los 95 años puedes comprar sin receta. No está mal sobre todo si estás con amigos pero hay veces que se te desencaja la mandíbula de tanto reír. Según para qué cosas no está mal que se te desencaje la mandíbula… pero no suele ser agradable.

Nos sentamos a la mesa y empezamos el ritual de ofrecimiento de viandas a Monesvol, el Monstruo de Espagueti Volador y dios del Pastafarismo que acabó por convertirse en la religión oficial de los Estados Europeos de Infernalia después de la guerra de los 32 minutos del 2028 entre la Confederación Oriental de todos los Merca China y el eje de los Supra Estados Unidos de Trump. Esa guerra afectó a todo el mundo, incluso a los que no fueron perjudicados por la llegada en el 2026 de GOG, un asteroide que destruyó un tercio del planeta. Por esas épocas muchos científicos predijeron que era una nave espacial según el James Webb Space Telescope, pero se equivocaron. Fue una catástrofe sin igual para la raza humana pero la superamos.

Y después vino la guerra. No se sabe quién la ganó ya que fue una guerra cibernética y la población mundial en general ni se enteró. Yo estaba jugando al Alyx en mi casa con mis gafas de realidad virtual Meta Quest III así que estaba más feliz que feliz. Quien me iba a decir décadas después las vías de desarrollo transhumanistas a las que se llegaron con ellas y la (sex)volución de lo que empezó siendo «unas gafas para realidad virtual para casa».

Ya con casi todos sentados le pido a mi mujer de 140 años que suele ser la última en sentarse a la mesa ya que siempre se le olvida ponerse la dentadura de esmalte de titanio si puede pasarme una botella de vino de las que tenemos escondidas para ciertas ocasiones. Esta reunión lo merece.

Abro la botella y me lleno un chato de vino bien copado solo para mí. Dejo la botella a mi lado, le pongo un tapón antibeodos y hago una mueca como de «Así son las cosas chicos». Es una botella para ocasiones especiales, lo que no quiere decir que se tenga que compartir. Que hubieran traído sus botellas de vino. Mi mujer me mira con cara de «Joer siempre igual» y empezamos entre los dos a repartir la comida. Hoy a mí me ha tocado un bistec vegetal hecho con una impresora nuclear 3D de Novameat, una empresa que sirve carne hipernutritiva y sabrosa hecha en 3D a millones de hogares en todo el mundo. Esa tecnología se patentó a principios del siglo XXI y automáticamente me vienen recuerdos de esas épocas.

Me quedo pensativo. Muy pensativo. Intento recordar esos años en los que la innovación alimentaria estaba muy en auge y cada cierto tiempo se desarrollaba patentes nuevas y alimentos basados en plantas que me dejaban con la boca abierta y el estómago satisfecho. Intento recordar, pero no lo consigo. Ya soy un señor de 142 años, no estoy para darle tanto al coco. Me resigno y pienso que ojalá pudiera ver aunque solo fuera un vídeo de esos momentos. Esas decisiones. Esas innovaciones. Esos «locos» que contra corriente lucharon y ganaron la batalla al genocidio animal con la lógica del respeto y la compasión y además, de forma sabrosa y nutritiva.

Este es uno de los vídeo que mi yo del futuro estaría buscando y disfrutaría recordando.

Barthestudios

Soy una persona de mente clara y calva reluciente con una incontrolable ansiedad por buscar el juego de palabras perfecto, la situación ambigua convertirla en ingeniosa, transformar frases normales y recitarlas en prosa, hacer chistes por doquier como quien no quiere la cosa... y no la puedo controlar.

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