El verdadero origen de San Valentín – Lupercalia
Por muy increíble que parezca y lo mucho que cueste quitarse de la mente esta idea que tantos años ha estado en la mente de todas aquellas personas que siempre han sospechado algo…. el día de San Valentín no lo inventó el Corte Inglés. Es duro, lo sé, pero así es.
Casi no hay país en el que no se celebre el 14 de febrero como el «Día de los enamorados». La globalización y el marketing han permitido que esta antigua costumbre, que viene desde la época de los romanos, se haya extendido por todo el mundo, llenando de corazones, rosas, chocolates, cenas y besos con noches de pasión, cada 14 de febrero (con los consecuentes nacimientos en el concurrido mes de noviembre). Pero como suele pasar… el origen de este día no es tan bonito como se supone que debería ser.
¿Cuál puede ser la verdadera historia?
Los romanos celebraban la Lupercalia el decimoquinto día antes de las calendas de marzo (15 de febrero); una fiesta con persecución y captura de mujeres por medio de látigos, y frenética actividad sexual, en honor a Fauno, o tal vez a Luperca, la loba que en el mito antiguo amamantó a Rómulo y Remo.
El festival probablemente fuera heredado por los romanos de sus antecesores y antaño enemigos, los Sabinos, y era una celebración de la captura de mujeres de otras tribus con fines sexuales y mucha sangre. El 15 de febrero se sacrificaban cabras con cuya sangre se ungían los hombres para transformarse en Hombres-Lobo, que perseguían por las calles a las mujeres con látigos para atarlas y hacerlas suyas. Siglos más tarde, en el año 496, el papa Gelasius I prohibió la celebración de Lupercalia e instauró el 14 de febrero como día de la fiesta de San Valentín.
Así que cuando estés encaramado/a a los ojos de tu pareja, cogiditos de la mano y celebrando este día en algún restaurante con menús llenos de corazoncitos, piensa que el verdadero origen de san Valentín es mucho más oscuro, y tiene que ver con sangre, sexo y latigazos de Hombres-Lobo. Esto hace más interesante la celebración, ¿no? Todos disfrazados con pieles y con garras a lo Lobezno en busca de su Jean.
Así que reivindiquemos esta tradición tergiversada por intereses económicos y hagamos que vuelva a sus orígenes orgiásticos. Vestíos de caperucitas color las cajas que os hemos regalado durante todos estos años y si veis a un lobo no llaméis al leñador… que ya traemos la leña nosotros.
En el fondo soy un romántico.