Mis cinco miedos son absurdos, pero son míos. ¿Y los tuyos?
La verdad es que soy una persona muy poco miedica… pero voy a intentar exprimirme un poco la testa a ver los que saco. Algunos pueden parecer absurdos, pero bueno, si vienen de mí no es de extrañar.
1 – Les tengo miedo a las agujas/jeringuillas/anzuelos de pescar. Es quizás el miedo más «intestinal» que vengo sufriendo toda la vida. Desde los años de temprana edad que los recuerdo huyendo constantemente del hombre de blanco que venía a pincharme en el culo cuando enfermaba, hasta los momentos en los que bajo presión maternal, previos gritos y exclamaciones tipo -¡¡¡Que tienes 30 años ya!!!-, soy obligado a sacarme sangre por requisitos médicos. Mi vida es y sigue siendo una constante huida de las agujas… es más, solo hablar de ello y ya me esta doliendo el brazo… y por supuesto y por encima de mi cadáver, pues así me lo juré hace años, nadie me volverá a poner una inyección en el culo en la vida.
2 – Tengo miedo de las cafeteras. No sabría explicar el origen de esta fobia pues tengo un vago recuerdo (como todo en mí), lo que sí que recuerdo es cuándo empezó y el sonido que hizo la cafetera en ese momento y que se me quedó grabado. Fue en la casa del tío Joe de Altura, un pueblo de Castellón así que seguro que él se acuerda mejor. Yo daré mi versión, que es la que más se acerca a mi realidad: Estaba en la cocina rebañando la cacerola de los magníficos macarrones chafaos que nos habíamos hecho cuando de repente y sin previo aviso, una cafetera que no me había dado cuenta que tenía al lado, empezó a pitar y escupir humo. Esto, para un odiador de café con toda mi alma como era y sigo siendo, me causó un trauma irreparable. No me lo esperaba. Estaba yo disfrutando de los restos de la cacerola y ese aparato asesino y su horrendo pitido no me lo esperaba. Desde entonces, no me verás cerca de una cafetera. Las odio y temo a la vez.
3 – Cuando hago algún viaje a la nieve tengo miedo cuando bajo del telesilla a que no me de tiempo de salir de la «zona negra» que crea la silla al cambiar el sentido y que me empotre contra la caseta, el suelo, otra persona y clavarme sus palos, o quedarme clavado en los reposapiés del telesilla, y bajar colgando como un cerdito hasta bajo, con el consecuente esparcimiento de mis tripas por toda la pista. Yo creo que le llamaron «Pista roja» porque algo así le pasó a alguien alguna vez. Este miedo lo voy perdiendo poco a poco pues últimamente mis salidas a la nieve son cada vez menos. Como que ninguna al año más o menos.
4 – Tengo miedo de dejar el coche en alguna parte, volver y que ya no esté. No es que tenga miedo a que me lo roben. Es que después de lo que le pasó a mi antiguo coche y de cómo quedó (tres chinos en un mercedes me lo destrozaron estampándose contra él haciendo un trompo en un rotonda un día de lluvia) me espero cualquier cosa.
5 – Tengo miedo que al final tenga razón, y que los molinos no sean molinos… sino gigantes.
¿Tienes tú algún miedo que supere estos?