Mi abuela ha muerto y estoy feliz, muy feliz

Mi abuela ha muerto esta noche. Durmiendo y sin dolores, Doña Dolores, la abuela que me crió y madre de la madre que me parió, por fin ha muerto, joder. Y me siento muy bien porque haya muerto. Me siento alegre y feliz. Y tranquilo por fin. Como ella. Tranquila de no tener que estar sufriendo un día más, sin poder moverse por culpa de no tener fuerzas, ni músculos que le respondan. Sin que sus gastados ojos no le permitan ver más de 30 cm de su cara. Sin poder oír si no le hablábamos a grito pelado, y ni así, pues las drogas que le daban en la residencia le hacían ser un vegetal. Un ser vivo, pero vegetal. Pasando las horas/días/meses/años joder, años, sentada en un sillón o una cama de los que no se podía mover por culpa de la artrosis y teniéndola que mover los de la residencia como si fuera una maceta, una planta. Un vegetal era mi abuela. Pasando los días rodeada de otros ancianos sobrealimentados de drogas como ella y en peor estado físico y mental que ella, mientras esperaba la muerte para irse con su hija, mi madre que injustamente se fue antes que ella y que por fin ya no va a tener que recordar ni ver en sueños un día más. Por supuesto que me alegro que mi abuela por fin se haya muerto joder, por supuesto.

Así de claro, pero aun así voy a explicártelo, por si te estás preguntando qué clase de persona soy por alegrarme al perder a una persona querida. Si consigues entender lo que voy a explicarte, la palabra «perder» ya no tendrá sentido. Sé que te va a ser muy difícil entenderlo, puede que no lo entiendas nunca, o nunca tengas el valor de intentar entenderlo, que será lo más probable, pero por lo menos que sepas que es una opción cuando te toque vivir este tipo de momentos:

Las personas nacemos, crecemos, nos reproducimos, disfrutamos de los buenos momentos y sufrimos los malos momentos que tiene la vida y al final de la corrida, a todos, todos, TODOS, nos llega la hora. Y morimos. Vas a morir. Y tus padres van a morir. Y tus abuelos van a morir, seguramente antes que los anteriores, ya que así ha sido y seguirá siendo en la historia de la humanidad, desde hace siglos, milenios, miles de milenios. TODA vida que haya empezado en algún momento en la historia de la tierra, ha acabado muriendo, está muriendo en este momento o acabará muriendo algún día. Y pese a eso, aún no nos hemos acostumbrado a este ciclo. Nadie vive eternamente a no ser que seas un inmortal como Christopher Lambert o Son Goku, nuestro querido y amado salvador.

La muerte de mi abuela, una persona anciana, de 96 años, que nació en 1921, que ha tenido tiempo de vivir miles de momentos, que ha trabajado, que ha vivido dos guerras, que ha pasado hambre, frío y miedo como nunca ninguno de nosotros llegará a pasar, que se ha casado y tenido hijos, amado locamente a sus nietos, que ha vivido toda una vida… no puede ser motivo de pena. Para mí ya no. Para mí es motivo de alegría, pues mi abuela ha vivido la vida desde el principio hasta el fin. Lo que le tocaba. Es una muerte «justa», «completa», «de vida finalizada», «the game is over abuela». Y por eso me alegro, pues no siento pena porque se haya ido, si no alegría por haber vivido y compartido mi vida con ella y ella conmigo. 

Mi madre se fue con 55, con toda una vida aún por delante y de manera injusta. Que mi abuela se vaya a los 96 años, hecha una uva pasa reseca pero con la cabeza aún casi en su sitio, es que mira, me pongo a dar botes de alegría. Y es lo que deberíamos hacer todos, alegrarnos cuando una persona querida con la que has compartido toda tu vida, acabe la suya de la mejor manera, cuando toca. Cuando tu cuerpo, mente y espíritu ya no tienen sentido en esta vida. CUANDO TOCA («toca filla», una cosa que justamente decía mucho ella de entre sus graciosas expresiones como valencianoparlanta).

Y ahora para las plañideras: Que sí, que sí, que no puedes, que te es imposible, que te entran escalofríos sólo de pensarlo, que tú no podrías aguantarlo, que no quieres que llegue el momento, que si pitos y flautas, bla bla bla… y sigues sin aceptar que esas personas a la que tanto estás unido, algún día ya no estarán. Cuanto más tardes en aceptar esto, más duro será. Cuanto menos tardes en darte cuenta que lo verdaderamente importante es haber disfrutado tu vida con esa persona, haberte reído, llorado, vivido, ido, ado, ido, ido, ado, etc, menos te costará alegrarte cuando se haya ido. Y no sentirás pena, si no alegría recordando esos momentos. Y serás feliz. Y ésto es así de simple.

¿Has conseguido entenderlo?

Así que por eso estoy feliz y le rindo este obituario homenaje a Doña Dolores, que bien se merece una estatua o un busto en alguna galería de nombre parisino, pero como eso costaría mucho dinero, mejor le dedico este texto y unas cuantas fotos de su arte, por obra y gracia de su nieto Barthe.

Barthestudios

Soy una persona de mente clara y calva reluciente con una incontrolable ansiedad por buscar el juego de palabras perfecto, la situación ambigua convertirla en ingeniosa, transformar frases normales y recitarlas en prosa, hacer chistes por doquier como quien no quiere la cosa... y no la puedo controlar.

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4 comentarios

  1. Lo entiendo. Llegados a tal punto, la muerte es una liberación para ella y para sus familiares. Yo tengo un caso parecido, aún más mayor incluso, y no le veo fin al tema.

  2. Hay loco. Mi abuela murió hoy y me identifico con cada palabra. Veo a tu viejita y veo a la mía. El corazón se me estruja de compasión por tantos otros viejitos rojos, y casi no me deja respirar.
    Vuelen almas libres, vuelen alto, libres de ese cuerpito por fin.

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